miércoles, 16 de abril de 2014

La dualidad temporal de Martino

El tiempo efectivo de un partido son los minutos en los que el juego no está interrumpido por alguna acción antirreglamentaria o el balón no ha salido de los límites del campo. Ese tiempo efectivo acostumbra a rondar los 55-60 minutos de un partido, el resto son "pérdidas" de tiempo. Teniendo en cuenta ese periodo en el que el esférico está en juego, se vio una estadística en el Nuevo los Cármenes descomunal. El Barcelona metió un centro al área prácticamente una vez por minuto. Si sólo se cuentan los momentos en los que los blaugrana tuvieron el cuero, el porcentaje supera el envío por minuto. Un dato revelador.

Nadie puede asegurar que los azulgrana merecieron perder en Granada. Por ocasiones, debieron sacar al menos una igualada que les habría mantenido dependiendo de sí mismos de cara al título liguero. Lo que dolió no fue tanto el empate como la evidente traición a un estilo considerado el único camino para estos jugadores. Tras una temporada en el que varios futbolistas han dejado claro que había más formas de jugar, el sábado en el tramo final del encuentro se abrazaron a la casta, la épica y el orgullo, unos dioses con los que su religión no comulga.

Martino ha sido criticado y alabado, dependiendo del sector, por haber conseguido que sus hombres abarcasen más facetas y poder ser un día dominadores y al siguiente contragolpeadores. Sin embargo, parece que el Barça ha pasado de moverse bien con la constante metamorfosis a dejar de controlar ninguno de los estilos. En Granada sorprendió que un equipo tan talentoso lo dejase todo en manos de cazar algún centro. Como si fuese incapaz de generar oportunidades por otro camino. Un tanto descorazonador.

Gerardo Martino ha representado a lo largo de la temporada el pasado y el futuro. Lo que se ha sido y lo que se pretende, mejor dicho se puede pretender, ser. Una tarea excesiva para una sola persona. En las ruedas de prensa sigue manteniendo las formas y haciendo bromas, pero sobre el terreno de juego se le ve incapaz, pidiendo auxilio con la mirada. Ahora es fácil señalar a un hombre que tiene la misma culpa, incluso menos, que sus jugadores y la directiva. Se dice que el año que viene estará Klopp en el banquillo, pero no parece que nadie se haya parado a pensar en el futuro. ¿Qué se quiere del Barcelona? ¿Se va a buscar la prolongación de un estilo como se parecía hacer, con muchas diferencias, hasta ahora? ¿O se va a romper definitivamente con el pasado en busca de otra cosa? Y, si es así, ¿Cuál es el nuevo sello de identidad que se va a buscar?

Suena muy bien lo de fichar al alemán, pero si viniese sería para variar el modo de jugar. Habría que olvidarse del famoso continuísmo con el que llegó Martino bajo el brazo. Sin entrar a valorar qué sería lo mejor, el hecho es que una entidad de la magnitud del Barcelona con un estilo históricamente, al menos desde la llegada de Cruyff, tan marcado a pesar de las enormes diferencias que hubo entre el "Dream Team", la época de Van Gaal, la de Rijkaard y la de Guardiola, no se puede abrazar al primer entrenador que encuentre, sea bueno o no. Debe decidir qué quiere antes de elegir a un entrenador que quizás no se adapte al perfil o que pueda tener otras ideas en la mente. Un debate profundo que lleve a un consenso. La pregunta es... ¿Se hará?

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